Antón Castro escribe en el "Suplemento especial de las fiestas" de Heraldo de Aragón del 7 de octubre sobre la presentación de Todos los besos del mundo de Félix Romeo:
Con amor y alcohol
La ciudad ya revienta de clamores y de tribus. Todo estalla. Todo
se mueve más allá del rescate. Por ejemplo, la maravillosa terraza del Museo Pablo
Serrano, esa habitación abierta hacia la ciudad y todos sus celajes, tan
infrautilizada, escuchó algunas lágrimas por
Félix Romeo y maravillosas canciones: Juanjo Javierre regresó por
el túnel del tiempo más inspirado que nunca, Gonzalo Alonso (Gonso) trajo la
hondura, el glam y su melena enmarañada de divo modesto, Petisme reestrenó
elegía y ‘Azzurro’, y Octavio Gómez
Milián ejerció de rapsoda. En otro lugar, el homenaje a Más Birras
desataba un sinfín de recuerdos: el inefable Mauricio, cuya sombra aún pasea en
bicicleta por la ciudad hacia La Campana de los
Perdidos. Gonso partió a cerrar la noche con las baladas eternas
de Aznar-Sopeña: ha vuelto a la carretera con La Querencia y sigue componiendo melodías.
Dice que le cuesta escribir poemas: antes
llevaba los bolsillos llenos de versos, de frases felices, de aforismos.
En otro lugar, Fangoria reventaba una nostalgia reciente. Y en Casa Emilio, en recuerdo
de uno de los enamorados más constantes de Zaragoza, sonaban canciones del
alma. Battiato, Andrés do Barro, Marisol, Springsteen. En noches así, el
incitador Félix pedía salud, dinero y amor. Y un poquito de alcohol.
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