viernes, 12 de octubre de 2012

"Todos los besos del mundo" en Artes y Letras

El jueves 4 de octubre en el suplemento "Artes y Letras" de Heraldo de Aragón, dirigido por Antón Castro, se publicó un artículo dedicada a Todos los besos del mundo, por Eva Puyó (co-editora del libro):

"A Félix Romeo le gustaban mucho los viajes. Todos los besos del mundo es una selección de sus mejores relatos y también tiene algo de viaje. Un viaje a lo largo de casi veinte años, que es el tiempo en que fueron escritos estos relatos. Como lector, a Félix le interesaban mucho los libros en apariencia “menores”, que a veces resultaban ser los más “personales” de los escritores: los diarios, las memorias, las cartas… Cuando componíamos Todos los besos del mundo deseábamos que fuera no solo un conjunto de buenos relatos, sino, además, ese tipo de libro raro y especial que le hubiera gustado a Félix. Sus páginas alumbran, en buena medida, la búsqueda incesante de Félix como escritor y las preocupaciones más íntimas de su vida.

La primera obra, “Buscando cielo”, son tres columnas-cuento que publicó  entre los años 1993 y 1994, antes de que apareciera su primer libro, Dibujos animados (Mira, 1994). Por entonces, Félix Romeo era bien conocido como un formidable y precoz lector, crítico literario y articulista. En estas breves columnas-cuento encontramos tempranamente esa mezcla de lo local y lo universal, y ese gusto por los géneros fronterizos que luego mostrará en libros como Amarillo (Plot, 2008). 

Hay un hilo invisible que une los relatos de Félix Romeo con el resto de su obra y con su propia vida. Así, en “A mad man with a gun. Thanks!” aparece el rodaje de la película Culpable para un delito, en la que participó como extra el padre del escritor. En ella, el director José Antonio Duce convierte a Zaragoza en una ciudad portuaria. Era algo que solía hacer Félix: ver la ciudad tal y como era, y, al mismo tiempo, de otra manera. Además, el asunto de “la culpa” fue una de sus grandes obsesiones y parece que encaja como un guante con el argumento de esta película: un hombre es perseguido por un crimen que no ha cometido.

El paso de Félix Romeo por la cárcel por un delito de insumisión marcó profundamente su vida. En el libro hay varios relatos de ambiente carcelario, como “Después del día de los enamorados”, cuyo título nos recuerda al de su obra póstuma, Noche de los enamorados (Mondadori, 2012). Félix Romeo ingresó en la cárcel el 14 de febrero de 1995. Allí conoció un mundo marginal que reflejó en sus relatos y explosionó en su segundo libro, Discothèque (Anagrama, 2001). De nuevo, continuaba dibujando personajes y lugares que engrosaban su imaginario personal: ¿por qué no podía aparecer en un relato el luchador de lucha libre de Ejea Félix Lambán?, ¿o el boxeador Perico Fernández?, ¿o el jugador del Real Zaragoza Nino Arrúa? En “Amar al padre” el delincuente de poca monta que juega a las cartas para pagar la condicional de su padre hace sus apuestas en el casino de Alfajarín. La calle por la que camina uno de sus personajes cuando sale de la cárcel es la “avenida de América”.

 
 
Uno de los motores en la vida de Félix Romeo fue el amor. Él mismo reconocía ser un yonqui del amor y de los afectos. En “La novia del viento” desaparecen los tatuajes, las pistolas, las máscaras y los atracos. A partir de entonces, la mayoría de los cuentos que escribe giran en torno a las relaciones de pareja. En este relato, cuyo título alude a la ciudad de Zaragoza, una pareja habla de separarse mientras, en la cabeza del protagonista, se va gestando un cuento que nada tiene que ver con esa crisis: un grupo de poetas de provincia piensa en hacer una visita al Premio Nobel Vicente Aleixandre. Muchos poetas de esa época tienen su foto con él, y el protagonista recuerda a los aragoneses Julio Antonio Gómez y Luciano Gracia.

En el relato “En una isla flotante” un profesor prepara una tesis doctoral sobre el río Ebro. Es un relato que combina muchas de las obsesiones de Félix: su preocupación por idear proyectos para mejorar su ciudad (en este caso, una isla flotante en medio del río), la lectura de autores que hablan sobre Zaragoza, la investigación de un crimen sin resolver (en el relato, el de una niña asesinada a la orilla del río), el viaje a otras ciudades que son, a la vez, un lugar de escape y un reflejo de la propia ciudad (es en Edimburgo donde surge la idea de la isla flotante), la presencia del padre y el difícil equilibro de las relaciones de pareja.

Mientras preparaba la edición de los relatos me gustaba encontrar, como si fueran las piedrecitas de Hansel y Gretel que nos muestran un camino, guiños a los pequeños placeres con los que disfrutaba Félix: las piscinas, los juegos de palabras, los momentos de brindis y celebración… En “Sonia y Natalia” el narrador nos habla de las dos mujeres a las que ha amado. Es un relato sensual sobre los momentos dulces compartidos y las tristes despedidas. Termina con: “Quise a Natalia y quise a Sonia. Incluso las quise al mismo tiempo. No puedo brindar sin acordarme de Natalia y no puedo no brindar sin acordarme de Sonia”.

Las tres últimas piezas del libro son, también, un reflejo de sus inquietudes como escritor. En “El hombre invisible y el zoo de los Bowles” Félix Romeo retrata a Paul Bowles, Jane Bowles y William S. Burroughs y su relación con los animales. A Félix le interesaban mucho las vidas de escritores, aunque, cuando leía acerca de ellos, decía que acababa poniéndose un poco triste. En este relato habla de un género, el de la “persecución”, que él mismo practicó a veces. Cuando fue a Tánger intentó encontrarse con Paul Bowles y con Mohamed Chukri, pero no tuvo éxito. 

Félix escribió varios microrrelatos. Uno de los más bellos es “Temblor”: un breve momento de felicidad y amor compartido, tan frágil como un leve terremoto. 

El último relato que incluimos lo escribió en el verano del 2011, poco antes de su fallecimiento. Se titula “Verano del 75” y narra unas vacaciones de infancia en Castellón. Con el trasfondo de la playa tardofranquista, el protagonista asiste a un espectáculo de vaquillas con el Bombero Torero, recorre un museo donde se exhiben mutaciones de animales, visita a una familiar ingresada en un manicomio y ve un incendio en la lejanía. En un apartamento atestado de gente, el protagonista se siente solo. Este relato es un final de nuestro viaje y un principio. Félix Romeo parece decirnos en él: de aquí es de donde vengo y no puedo evitar sentirme extraño."

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