Ilustración de Óscar Astromujoff para la revista Mercurio
El periodista y escritor Antón Castro escribe de Todos los besos del mundo de Félix Romeo (editorial Xordica) para la revista Mercurio, que dirige Guillermo Busutil. Puedes leer el artículo pinchando aquí:
La vida como literatura
Javier Tomeo dijo que Félix Romeo
(Zaragoza, 1968-Madrid, 2011) vivió “amorosa e irremediablemente herido
por las letras”. Quizá sea una de las mejores definiciones de este
lector compulsivo y convulso que siempre tenía una mirada sobre todo.
Pasión, humor, lucidez y curiosidad. También tenía un punto de vista
sobre los cuentos, que, en su trayectoria de más de veinte años de
escritura, nacieron del encargo. La escritora y bibliotecaria Eva Puyó y
el escritor y editor Chusé Raúl Usón recogen sus cuentos en Todos los besos del mundo,
una de las frases que Félix más solía usar en sus e-mails o en sus sms.
Cuentos que son “fotografías de época, radiografías internas o breves
películas de Super 8”. En sus relatos deslizaba y ahondaba en sus
obsesiones: la relación con el padre, real o de ficción, que solía
mitificar; las pistolas, que están emparentadas con Luis Buñuel y con su
progenitor, que tuvo una tienda de ultramarinos y coloniales en Cuba, y
con autores de novela negra como James Ellroy; el amor y las relaciones
de pareja, y los viajes. Sus personajes, como él, siempre andan
alrededor del mundo: por México, Nueva York, Lisboa, Oporto… O por Niza,
como sucede en esa pieza magistral de amor y terremoto que es
“Temblor”. En Glasgow, Oporto, Madrid y Zaragoza discurre “Sonia y
Natalia”, la narración de dos amores, en los que es difícil eludir la
huella autobiográfica del autor. También hay cuentos que suceden más
cerca: en Gallocanta, donde se narra el espectáculo de las grullas, en
Los Monegros o en los alrededores de Daroca, donde hay una cárcel, otro
de esos temas que le persiguieron: estuvo en la prisión de Torrero
(Zaragoza) como insumiso y redactó la novela Noche de los enamorados
(Mondadori, 2012). Otra de las obsesiones de Félix Romeo era su propia
ciudad, Zaragoza. Y a lo largo del libro, muchas de las ficciones
transcurren en ella: “La novia del viento”, “A man with a gun. Thanks!”,
donde une a un policía con el futbolista Saturnino Arrúa y el luchador
Félix Lambán, durante el rodaje de la película Culpable para un delito, o
“Una isla flotante”, que gira en torno a una tesis doctoral sobre el
río Ebro, “donde el agua es profunda, temible y violenta”, a los sueños
de un escritor y al recuerdo de un crimen. A Félix Romeo le gustaban las
piscinas y redactó el cuento “La piscina”, no le gustaban los animales y
firmó un cuento excepcional, repleto de sutileza y erudición, “El
hombre invisible y el zoo de los Bowles”. También evoca su infancia en
el verano de 1975 en su último texto. El libro rezuma vulnerabilidad,
búsqueda, variedad: para él la vida y la literatura eran vasos
comunicantes. Las palabras nacían del latido de existir.
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